De vuelta a Midgard. [Steve Rogers]

Padre había decidido, erróneamente, que tras mi encierro en la prisión de Asgard, tenía que venir a redimirme con estos patéticos mortales. Me había quitado mi habilidad para aparecerme en donde me placiera, de forma que estaba condenado a quedarme en este enorme lugar de piedra gris y llena de ruidos infernales. Una vez que aparecí en Nueva York, enseguida rastreé a la única persona coherente con quien pudiera hablar; evitando a toda costa encontrarme con mi hermano.

Me había encargado de vestirme como lo hacían ellos, de la misma forma como la que me había vestido en Alemania. Este era el lugar, pensé cuando me detuve frente a un edificio. Los alrededores eran bastante tranquilos, a diferencia del resto de la ciudad. Cuando entré, escuché las voces diferentes que provenían de las puertas ubicadas en los pasillos. Llantos de algún niño que me parecieron insoportables. Finalmente, me detuve frente a una puerta y con una mueca en los labios, toqué algunas veces.

-Rogers. -dije en tono pasivo cuando abrió. -Espera, mis intenciones no son de guerra en contra de tu planeta. -agregué cuando vi que se ponía en alerta. -Debo... Necesito hablar contigo.

Examiné el cuarto conforme entré. Así que aquí era donde vivía el soldado de ¿cómo lo llamaban? Ah, sí. De América. Cuando vi un sofá -y me cercioré que estuviese limpio- me senté. Acomodé mi bufanda verde, sin mirarlo y alisé el traje negro.

-Redención. -dije al fin mirándolo. -Padre... -fruncí los labios un poco. Tal vez no era el término más adecuado. -Odín me envió aquí con esa intención. En vez de tratar de gobernar a los mortales, que me una en su causa por preservar el bienestar de la Tierra. -suspiré y doblé una pierna encima de mi rodilla.

-Así que he venido contigo porque me pareciste el más sensato de todos los miembros de tu equipo.

-Sí. -alcé una ceja. -Es parte de mi plan malévolo venir hasta tu morada vestido como un vulgar midgardiano y pedirte que me dejes unirme a la causa por la Tierra. -me crucé de brazos. -Me ha quitado mi habilidad para transportarme de un lugar a otro, salvo que esté dentro del área de este lugar; así que soy más débil por eso y el que te lo haya revelado creo que es prueba suficiente que no vengo en planes de atacarlos. -pasé mis menos por mi cabello, que había regresado a ser tan corto como cuando me había machado de Asgard por primera vez.

-El padre de Thor tiene esta idea riíducula de que con mis habilidades puedo hacer más por aquellos a quienes una vez causé daño. Y que viviendo entre ellos, llegaré a entenderlos y...-ni siquiera podía terminar la oración sin que me pareciera imposible. -Y apreciarlos.

-No fui lo suficientemente claro, Rogers. Sólo perdí mi habilidad de transportarme de un mundo a otro. De un universo a otro, si así lo deseas ver. -¿Que le demostrara mis habilidades? Humano patético. ¿Acaso no conocía el alcance de mis poderes? ¿De mi conocimiento en magia? Qué juego tan pésimo éste que estaría jugando en la Tierra.

-Oh, pero claro. -mi lengua soltó llena de sarcasmo. Me puse de pie, mirándole con intensidad, molesto por las palabras que acababa de decir. En uno de sus lentos pestañeos, me multipliqué a mí mismo. Ya que podía crear copias idénticas de mí. Lo rodeamos, dando un paso hacia él. -Esto es algo bastante sencillo para mí. -hable sólo yo.

Después, en un sonido silbante, hice desaparecer a todos, incluyéndome a mí. Cuando el soldado me buscó con la mirada por la habitación, aparecí tras su espalda, con la punta de una daga apuntando su cuello. -Esto también. Aunque no quiero mancharme el traje. -desaparecí de nuevo y volví a aparecer sentado en el sillón. -Sin mencionar que mi fuerza es muy superior a la de todos ustedes. -volví a ponerme de pie y me acerqué hasta él, con una mirada orgullosa.

-Sé que mis condiciones actuales no son tan 'temibles' como la primera vez que vine a la Tierra. Pero no dudes, ni por un instante, Rogers, qué soy capaz de hacer.

Puse una sonrisa satisfecha en mi rostro al notar su reacción. Al parecer había logrado intimidarlo. Era casi como si pudiera olfatear esa pizca de miedo en el aire de este pequeño y casi insoportable lugar. Cuando mencionó a Thor, mi mirada se oscureció y la sonrisa desapareció de mis labios. -No quiero que él se involucre en esto. Odiaría tener que deberle algo a Thor. -no quería vivir a sus cuidados, a su sombra de nuevo.

-Por eso vine a verte a ti. Viste lo que puedo hacer y creo que te demostré que no vengo para cobrar venganza. Si el líder de los Vengadores lo dice, entonces los demás lo aceptarán.

-No pedí tu opinión respecto ello, ¿o si? Mi relación con Thor no es de tu incumbencia. -casi lo asesiné con la mirada. No quería que nadie se metiera en ello; no necesitaba más discursos sobre cómo debía tratar a mi "hermano mayor". Hice una mueca con los labios cuando dijo que tenía que mantenerme cerca de él. Sólo eso necesitaba, vivir a la sombra de un midgardiano.

-No me 'apetece' en lo absoluto, Rogers. -di media vuelta, observando con más detalle el lugar. Era bastante austero y miserable para mi gusto. -Pero supongo que tienes razón. -¿quién mejor que él para "mantenerme vigilado", pensé. Caminé hasta una ventana de la sala y miré hacia abajo sin mucho interés. -¿Dónde dormiré? -estaba algo agotado y la prisión de Asgard no era el mejor lugar para descansar. Necesitaba recuperar algo de energía.

Estuve unos instantes más mirando por la ventana. Como para asegurarme que esto de verdad era enserio y sobre todo, que no hubiera ningún otro vengador cerca. Especialmente el insoportable de Stark. Realmente me hacía perder la paciencia. En lo que Rogers entraba a la habitación de huéspedes, yo seguí explorando el lugar hasta dar con la recámara principal, que estaba perfectamente aseada y limpia. Hmm.

-No tengo necesidad de empacar cosas tan superfluas. -dije al aparecerme en la puerta detrás de él. Saqué de un bolsillo del abrigo un diario de cuero verde oscuro. -Sólo esto. -lo sostuve en una mano derecha mientras lo miraba acomodando y moviendo cajas. -Necesito dormir. Así que usaré tu habitación mientras terminas con eso. -en silencio, volví a desaparecerme para estar de nuevo en su cuarto. Desde donde Rogers estaba, sólo se pudo escuchar el ruido del seguro de la perilla siendo cerrada.

Abrí los ojos lentamente, disfrutando del sopor que aún tenía después de dormir. Me levanté despacio y estiré la espalda y los brazos. Había estado durmiendo hecho un ovillo sobre la cama, que era bastante cómoda. O quizá había pasado demasiado tiempo durmiendo en el piso de una celda. Al pararme, me fijé en el espejo que había en el cuarto. Así que el soldado cuidaba de su apariencia. Pensé sonriendo mientras me alisaba el cabello con una mano.

Volví a guardar mi diario en el bolsillo de la chaqueta y salí de la habitación. No parecía estar aquí. Me cercioré de que hubiese terminado de alistar la habitación y en verdad lo había hecho. A decir verdad, había quedado bastante bien. Colgué mi chaqueta de un perchero pequeño que estaba en la puerta de la habitación y dejé el diario sobre una mesita de noche. Suspiré. Estaba hambriento.

Fui a la cocina pero sólo encontré una caja de cartón llena de... ¿Cereal? ¿Qué era eso? Sea lo que sea, no se veía nada apetecible. Lucía más bien seco y desagradable. Entonces fue que escuché el ruido de agua cayendo detrás de una puerta, así que entré. Tras una cortina plástica, vi la silueta de Rogers. -Así que tenemos que compartir el baño. -chasqueé la lengua. -Necesito que salgas. Tengo hambre.

Oh tenía que admitir que había algo de divertido en molestar al soldado. Sí, era divertido ver cómo reaccionaba cuando su aparente 'privacidad' era invadida. No entendía porqué armaba tanto alboroto al respecto, sin embargo. Después de todo ambos éramos varones; por supuesto, yo era muy superior a él en muchos sentidos pero nuestra anatomía -o al menos la que mostraba con ayuda de la magia- era igual.

Ladeé la cabeza, apareciéndome en la cocina y decidiendo que sería divertido jugar un poco con él. Ignoré sus instrucciones, excepto claro cuando mencionó lo del refrigerador porque me pareció importante. Lo miré con intensidad con las manos entrelazadas tras mi espalda y después, aparté la mirada hacia la ventana. -Entiendo eso. Pero no puedo entender tu reciente exibicionismo. -señalé el suelo; a sus pies, la tela que había estado protegiéndolo de su completa desnudez. Hice acopio de fuerza para no reírme de mi propia fechoría. Tal vez mi estancia aquí fuera más entretenida de lo que pensé.

Tan pronto desapareció por el pasillo, solté una leve carcajada. Sí, bien podría entretenerme todos los días haciendo esto. Abrí el dichoso refrigerador, topándome con que todo estaba frío. Al parecer, este aparato preservaba los alimentos de esta manera. Enfriándolos. Me fijé en unos paquetes pequeños que parecían contener algo ámbar, que llamaron mi atención. "Pudín." Leí en el envase. Tomé una cuchara de uno de los cajones y lo probé.

Era algo... gelatinoso, dulce y frío. Sabía parecido a cajeta con leche y vainilla. Era exquisito. Hasta que los midgardianos habían inventado algo decente. Esto era delicioso. Volví a aparecerme en la habitación de Rogers, sentado en su cama, sin dejar de comer el pudín en pequeños bocados. -Tienes que conseguir más de estos, Rogers. -dije volviendo a tomar otro bocado. -¿Y por qué te avergüenza tanto? -lo miré con una ceja levantada. -Es normal que lo haga una mujer, pero ¿tú? -volví a meter la cucharilla en el pudín. -Me desconciertas.

Alzé una ceja ante su última palabra. ¿Respetarlo? Debía ser la primer persona además de Odín en mi infancia, que me había exigido algo semejante. Saqué la cucharilla que había tenido en mi boca durante sus palabras y me paré también, frente a él. Lo miré intensamente, frunciendo el ceño apenas. El soldado permaneció inmóvil y yo terminé por sonreír; bufando un poco y mostrando los dientes.

-Ya veo. -dije pausadamente. -Supongo que para lograr una convivencia adecuada entre los dos, tal vez deba adaptarme a tus normas, Rogers. Después de todo es tu morada, ¿cierto? -me relamí los labios para quitarme la sensación pegajosa del pudín.

-Pero me temo que tenemos que aclarar algunas cosas primero ya que, como tu mismo dices, en Asgard las cosas son diferentes. -me acerqué sin titubear a donde él estaba, quedando a un paso de distancia. -¿Es esto invadir tu espacio personal? -avanzé uno más, con una mirada ingenua en mi rostro. Estábamos tan cerca que podía oler su respiración algo agitada. -¿Esto va en contra de tus normas?

No voy a negar que me sentí nervioso cuando se acerco, nunca se podía adivinar que podría estar pasando por la cabeza de ese hombre. Mantuve una postura erguida y firme, y un semblante serio cuando él pareció entender mi postura. - Sí, efectivamente, a eso me refiero. - Pero no bien pude parpadear un poco cuando él estaba más cerca y luego más cercan.

Tragué saliva despacio y miré a otro lado. - S-sí. - Carraspeé, odie que mi voz sonara tan insegura. - Y te agradecería que al menos respetaras eso ahora que viviremos juntos. - Levanté mi mano y le empujé hacia atrás un poco sujetándolo del hombro, ya que estaba acorralado contra la cama y no había a donde escapar.

- Ahora que lo hemos aclarado... - Traté de escurrirme a un lado.

Puse una mano en su hombro para mantenerlo en ese mismo lugar. Lentamente, me estiré un poco hacia él, lo suficiente como para decirle algo al oído. -¿Reaccionas de esta manera porque te incomoda mi presencia o porque desearías que alguien más estuviese aquí? -bajo mis dedos, sentí su cuerpo tensándose y enseguida su mirada aprehensiva buscó la mía.

Oh, sí, Rogers. Lo sé. Al menos con esa reacción me había confirmado todo.

Lo miré de vuelta con una mirada intensa que complementé con una sonrisa que se extendió socarronamente por mi boca. -Descuida, Rogers. No es mi intención revelarle al mundo tu patética obsesión. -lo solté cuando me di media vuelta para volver a la cocina. -Confía en mí. -le dije sonriendo antes de desapacer por la puerta.