Keep Calm and...Run [Jane Vulturi]

Monotonía, esa era la mejor palabra para describir mis días, mi mes y mi año. Podría decir años pero desde que había conocido a los Cullen las cosas no habían estado tan aburridas; aparte de odiarlos y molestarlos, nos habíamos enfrentado y ese era un gran cambio, al menos ya tenía en que pensar. Las cosas estaban muy tranquilas en el castillo, los señores estaban de vacaciones con sus esposas y al mano estaba Marcus, quien al no tener a nadie había decidido quedarse en el castillo. Me daba pena por él, estaba amarrado a algo que no quería y por más que lo deseara nunca podría dejar a la familia, eran cosas de las cuales no podría librarse, y ahora estaba, como todos los días, sentado en su trono con la mirada perdida y en silencio.

De los tres era el que menos me gustaba, no me agradaba su silencio, su desinterés por las cosas de la familia y su poco valor para tomar decisiones, ¿por qué lo dejaban a él al mano y no a mí? Claro, eso no iba a pasar pero era solo un pensamiento. Aro me gustaba, era ambicioso y siempre sabía qué hacer, pero mi favorito sin duda alguna era Cayo, sádico y vengativo, como yo. Pedí permiso al señor Marcus para irme de viaje, no soportaba más un día en su presencia, bueno, si es que a estar sentado en el trono todo el día se le podía llamar presencia. Lo dudó un poco pero al no encontrarme utilidad en el castillo me dejo ir, eso había sido muy sencillo.

Me encontré de pronto caminando por una solitaria playa, había algunas personas pero cada uno estaba concentrado en sus cosas, así eran los humanos, nunca le daban importancia a nada, o al menos, no a las cosas que debería. Para pasar por una humana cualquiera me quite los zapatos y deje que mis pies acariciaran la arena, se sentía suave y un poco cálida todavía, no hacía mucho se había ocultado el sol, lo cual era bueno.

-Y el mejor lugar para comer…-

Dije con una sonrisa a la chica que acababa de hablar, no la había estado buscando, simplemente estaba en el lugar y en el momento equivocado, así era la vida.

La chica me vio, suspiró y luego giro la cabeza ignorándome, bufé, eso me molesto bastante, yo no era cualquier persona como para que una niña humana estuviera ignorándome como si nada. ¿Ella creía que me iba a ir solo porque me ignoraba? La tomé del rostro y la hice girar para que me mirara –Mírame cuando te hablo.- Dije mirándola fijamente, seguramente ya habría notado mis ojos rojos pero eso era lo de menos, igual no iba a vivir para contarlo. Si ella estaba buscando paz en este lugar pues no tenía idea de lo que iba a encontrar, mejor dicho, había encontrado ser mi cena esta tarde.

La chica se puso de pie y paso por mi lado, el viento levantaba su aroma y se me hacía agua la boca, tome aire de nuevo llenándome de su cálido sabor y supe que no podría aguantar más. –Lo más adecuado no es decir que disfrute de la vista, sino de la cena.- dije mostrando mis dientes que resplandecían en la oscuridad. La playa estaba ya casi vacía, igual, si alguien se acercaba no dejaría testigos. La chica se estaba alejando, sonreí, podría correr, nadar, incluso volar; pero no podría escapar, no de mí.

-¿A dónde vas tan apurada?- dije apareciéndome rápidamente a su lado con una sonrisa sádica. La empuje en la arena y me quede allí mirándola mientras ella comprendía o imaginaba lo que iba a pasar. -¿No quieres jugar un rato conmigo?- hice una cara de niña inocente, a estas alturas no engañaría a nadie, y menos si veía el cuchillo que acababa de sacar de mi bolsillo. No era grande, es más, podría pasar mejor por una navaja.

La humana había mirado hacia atrás cuando avanzó con la esperanza de que yo estuviera en el mismo lugar, para mí fue placentero ver su cara de sorpresa cuando me vio frente a ella y mejor aun cuando yo la tira en la arena. Ella me miraba desde el suelo con cara de asombro, tenía la vista clavada en mis penetrantes ojos que la miraban con atención, cada segundo se oscurecían a causa de la sed, no podría aguantar mucho tiempo, la diversión no sería muy larga pero si podría sacarle el máximo provecho al tiempo que estuviera ella con vida, es decir, cuando yo me cansara.

-Sí, jugar niña, ¿acaso no tuviste infancia?- dije con una sonrisa un tanto sádica, se me ocurrían muchas cosas para divertirme con la humana, pero a esta le dio por arrojarme arena en los ojos como si yo tuviera lagrimales. Ella miraba para todas partes pero yo estaba muy segura de que la playa estaba completamente deshabitada, era su fin.

Me sacudí la arena de mi rostro y de mi ropa y corrí hasta ella sin ningún esfuerzo, en un segundo yo ya estaba frente a ella de nuevo. No tenía que decirlo para que tuviera efecto, pero le daba más dramatismo. –Dolor.- Dije mirándola fijamente y haciendo que mi don la impactara de inmediato, era un lindo efecto visual verla sufrir.

-No corras, yo no muerdo- dije eso como un chiste personal ya que ella no tenía ni idea de mi naturaleza vampírica.

La joven humana cayó en la arena sin poner resistencia, los humanos eran demasiado débiles y no podían resistir mi don ni un segundo a diferencia de los vampiros, algunos podían resistirse a gritar pero en general era inevitable, yo era demasiado fuerte. Se puso las manos sobre la cabeza como si eso pudiera eliminar el dolor, seguramente se estaba preguntando de que trataba y no tenía la menor idea de que ese dolor provenía de mí. Hubiera sido mejor si no me hubiera tirado arena en la cara.

La humana me miro de nuevo con los ojos brillantes y suplicantes, suspire cuando me pidió que me detuviera, esa era mi parte favorita de hacerle daño a los demás, que me suplicaran piedad, ver como la luz abandonaba su mirada y como morían poco a poco, nada mejor que robarle la vida a otros.

-Ya cállate, me aburres pequeña…-

Dije con voz monótona mientras caminaba hacia donde ella se encontraba y dejaba de torturarla mirando alrededor, la playa estaba desierta. –Eso fui yo querida- Dije respondiendo a la pregunta que había hecho, seguramente no esperaba respuesta pero yo se la había dado, me divertiría un buen rato aunque ya estaba bastante sedienta. -¿Te da miedo la sangre?- pregunté como quien no quiere la cosa mientras la miraba fijamente.

Sus ojos debían reflejar miedo, y yo lo amaba.