Lo que se esconde tras las sombras | Kerian.

LO QUE SE ESCONDE TRAS LAS SOMBRAS.

La monotonía más absoluta comenzaba a apoderarse de la rubia que, sentada en un sillón de la salita de lectura, veía pasar las horas con una mirada inexpresiva. Casi vacía. Sus días en Hogwarts habían terminado para ella y sus hermanas. Los extrañaba, no podía mentir, a pesar de haber detestado siempre Historia de la Magia. Estando en el castillo, tenía un poco más de libertad que aquí, tan cerca de sus padres y obligada a cumplir con sus deseos y caprichos. Ser una buena hija, a veces, era demasiado difícil. Su hermana mayor, Bellatrix, ya había logrado ganárse el corazón de sus progenitores al decidir unírse a las líneas del Señor Oscuro. Se los tenía ganados y comiéndo en la palma de su mano, como una vez había manifestado la propia Bella. Andrómeda había causado el revuelo del siglo al decidir unírse a la Órden del Fénix, enfrentándose directamente con su hermana mayor y acabando co la buena relación de la familia. La oveja negra. La escoria. La paria. Y luego estaba ella, que seguía en el limbo, en medio de todo. ¿Debía seguir los pasos de su hermana mayor -y de su futuro esposo-, uniéndose a los mortífagos; o debería irse con Andrómeda? Su corazón se encontraba dividido, y es que no era tan fácil decidirse como parecía a ojos de su familia. Si había actuado según lo que los Black consideraban correcto todos estos años, había sido por costumbre, y por deber.

Suficiente.

Con rápidez se levanta de su asiento y haciendo uso de su varita, se aparece en un callejón del Londres muggle, donde está segura de que ni siquiera su hermana Bellatrix se dejaría ver por allí; ella más que nadie conoce el desprecio que siente por los muggles. El cielo nublado ocultaba los últimos rayos de sol de la tarde y el viento soplaba sobre su rostro, aún tras la seguridad de aquel callejón. Levanta el cuello de su abrigo negro y tras asegurarse de que nadie le ha visto salir de la nada, se dirige a la calle principal, que no está precisamente abarrotada de gente. Es una calle cualquiera, y no está muy segura de cuál es. Hay un par de personas cruzando en la esquina y un automóvil que acaba de pasar en frente suyo. Nunca entendería aquellos aparatejos muggles. Desvía la mirada del camino para buscar algo en su bolsillo y lo siguiente que siente es impactarse contra alguien, o algo. - Disculpe, señor. - se excusa una vez sus ojos se fijan sobre la figura masculina que tiene en frente.

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""Lo que se esconde
tras las sombras

Con Narcissa ∞ Londres ∞ En las calles

Los días haciéndose pasar por humano eran aburridos y siempre monótonos, pero esa era la única opción que tenía no sólo si pretendía conseguir de vez en cuando una víctima que satisfaciera su sed de sangre, sino también porque, de todas formas, de un modo u otro, debía aparentar. Como todos. Los que no lo hacían se veían obligado a vagar de ciudad en ciudad en pos de no levantar sospechas pero a Kerian le gustaba Londres, le gustaba vivir allí incluso si había vivído ahí la mayoría de su vida. Le resultaba curioso y hasta fascinante como lenta pero progresivamente la ciudad sufría una metamorfósis, sus edificios cambiaban, las calles, las tiendas, las gente.
Cuando el sol estuvo lo suficientemente bajo para que de ningún modo en caso que el cielo londinense decidiera despejarse algún rayo de sol lo alcanzara decidió que era un buen momento para salir. Quizás comprar un libro, tenía que haber alguno interesante que aún no hubiese leído aunque con tanto tiempo libre y la eternidad por delante era difícil encontrar títulos atractivos que estuvieran aún por descubrir. Caminaba al ritmo que se había acostumbrado de tanto copiar a los humanos, acompasado, lento pero con ánimos de ansias, y al parar en una vereda esperando que la luz verde apareciera para cruzar sintió a alguien chocándose con él. No se movió puesto que para provocar que se moviera hacía falta mucha más fuerza que la que un humano podía ejercer, más aún si era una chica como con la que se encontró a buscar con la mirada la fuente de la voz disculpándose. -¿Estás bien?- Rápidamente le sonrió con tenuidad, amable.

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Últimamente, Narcissa había tendido a pasar el día fuera de casa, evitándose así a su madre y a los inminentes planes de boda que caían como ducha de agua fría cada vez que venían a colación. No le malinterpreten, la rubia es como el resto de las mujeres, y siempre soñó con una boda grande, como de cuento de hadas. Y la iba a tener, sí, más faltaba un detalle esencial: su príncipe azul. Lucius Malfoy era apuesto, eso era algo que no podía negárse, pero la verdad era que distaba mucho de ser como el hombre que ella siempre se había imaginado para sí misma. Quizá se había creado demasiadas expectativas. Pero sus sueños se había venido abajo en el momento que sus padres anunciaron el compromiso de Bellatrix, sabiendo que era solo cuestión de tiempo para que ella tuviese el mismo destino. Se había resignado, como con tantas otras cosas en su vida. Había bajado la cabeza y aceptado la descisiones de sus padres, quienes, a pesar de ser en demasía exigentes y estritos, sólo deseaban lo mejor para sus hijas. Y por más que intentaba creer que sólo lo hacían para arruinarle la existencia, sabía que era así. Eso le hacía sentir aún peor, se sentía mal por cuestionar los planes que tuvieran para ella. Era como desobedecerles, aunque lo hiciera en silencio y para sí misma.

Narcissa siempre había sido una chica demasiado dura consigo misma. Su forma de ser perfeccionista y su afán por complacer a todo el mundo hacían que terminase, como en ese momento, culpándose de todo. Al menos allí, en medio de muggles, nadie le reconocería ni le felicitaría -como venían haciéndolo desde la anunciación de su compromiso- por su próxima boda. Aquél hombre con quien ha tropezado la primera persona que no le ha llamado por su nombre y le ha abrazado, y eso le alegra un poco. - Sí, estoy bien, estoy bien. - se apresura a responder con expresión preocupada. - ¿Y usted, lo he lastimado?

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El semblante de la chica se transformó en uno preocupado y Kerian no hizo más que observarla, porque tocarla no aunque fuera en el hombro no sería una buena opción, sería muy evidente la baja temperatura corporal del vampiro y lo último que deseaba era que un humano extraño sospechara de él, sin embargo también la observó algo preocupado, quizás había notado la rigidez de su cuerpo, la temperatura no era posible gracias al abrigo que llevaban ambos puestos.
Al escucharla preguntar su estado, el hombre casi automáticamente frunció su ceño en un gesto divertido por lo que oía y dejó escapar una pequeña carcajada, como si ser lastimado por un humano fuera posible, qué cómico, pensó, pero no iba a decirlo en voz alta ni mucho menos.
-No, no.- Se vio obligado a contener su risa y lo hice manteniendo el gesto jovial. -Estoy perfecto, no te preocupes.-
Observó con cuidado su rostro, y sus gestos. Teniendo en cuenta se había tropezado con alguien delante suyo mientras caminaba y el gesto de preocupación algo inseguro así como sonaba su voz, rápidamente concluyó que quizás estaba perdida, o buscando a alguien o un lugar. -¿Estás buscando algún lugar o necesitas ayuda con las indicaciones? Te ves algo desorientada, tu atención venía sumamente concentrada en hacia dónde ibas y no en el camino.- Terminó comentando como si explicar aquél pensamiento le permitiera a la chica desconocida comprender su razonamiento, nunca funcionaba pero aún así él lo seguía haciendo, incluso después de tantos años.

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No solía pasearse mucho por ésa parte de Londres, ya que casi siempre se mantenía en casa o en el Mundo Mágico. Asuntos de familia. Una boda. Una hermana desheredada, otra bosesionándose cada vez más con el Señor Tenebroso y ella, que de seguir así terminaría siguiendo el mismo camino que Andrómeda. La sola idea de ser dejada de lado y repudiada le ponía los pelos de punta. No. No podía ser. No tenía amigos londinenses, al menos no muggles, y la verdad era que no se sabía mover muy bien por sus calles, por lo que, de no ser por su encuentro con aquel hombre desconocido, estaría vagando en círculos.

Relaja los músculos del cuello y la espalda cuando le dice que se encuentra bien y hasta curva sus labios en una media sonrisa. La primera sonrisa sincera que esboza en días, ahora que lo piensa. Eso de mantener las apariencias le iba a terminar matándo, como le había dicho Andrómeda la última vez que se habían visto. La extrañaba.

- Es que a veces no veo por dónde voy y... - ¿por qué continuaba disculpándose? Ése era otro de sus defectos, siempre echándose la culpa de todo. Aunque al menos en este caso sí la tenía.

La bufanda de lana le mantiene abrigada, aunque casi podría jurar que tiene la nariz fría. El cabello rubio lo tiene alborotado por el viento, a pesar de habérselo recogido cuando aún estaba en la casa Black. Mete ambas manos en sus bolsillos, para protegerlas también de la baja temperatura. De repente se le antoja la chimenea que dejó en casa. Pero pensándolo mejor, no. - De hecho, sí - responde. - Estaba buscando un lugar donde tomar una taza de café caliente - no le vendría nada mal en ese momento, a decir verdad. - Puede acompañarme, si desea - le invita, cordial.

- Discúlpeme por mi impertinencia, tendrá usted mejores planes que tomar un café con alguien que se ha cruzado en la calle.

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-Hey.- Llamó su atención con tono cordial y un gesto despreocupado en su rostro casi intentando reconfortarla. -Está todo bien, fue sólo un accidente.- Sus labios se sellaron dibujándo una sonrisa amable como la que solía e incluso ya había usado momentos atrás.
Siempre le había interesado las distintas reacciones que los humanos ante su aparente amabilidad ya que, normalmente, los vampiros no solían serlo con los mortales pero bueno, Kerian solía siempre ir en contra mano y su actitud no iba a ser una excepción, ¿verdad? Pero no era en lo que él discrepaba con los demás de su especie lo que lo hacía mantener esa actitud afable y tranquila, por el contrario eran los humanos mismos lo que lo volvían curioso. Algunos se mostraban siempre arrogantes y creyéndose superiores, otros anonados y casi hipnotizados ante su presencia. Esta chica, por otro lado, se veía como...¿Aliviada? Seguramente debido a que realmente parecía no conocer el lugar lo cual era raro porque Londres no es tan grande luego de vivir algún tiempo allí, incluso para la vida de un humano un par de años era suficiente para acomodarse a esa ciudad.
-Conozco varios lugares lindos dónde tomar un buen café.- Sintió que le mentía aunque no era del todo mentira, en verdad conocía varias cafeterías agradables sin embargo no justamente para tomar café ya que, realmente, no lo necesitaba, pero eran lugares agradables después de todo supuso por lo que sí les recordaba. Pero entonces la escuchó retractándose y se paró un momento a pensar en qué hacer. -No sería ningún problema, estaría encantado.- Su voz sonó calma, aterciopelada, demasiado tranquila quizás para el ruido urbano que los envolvía. -Si gustas, claro.- Agregó entonces en búsqueda de su aprobación o desaprobación y la copió llevando ambas manos hasta los bolsillos de su abrigo, no porque necesitara abrigarse sino porque debía disimular, como siempre.

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Aquél hombre, aunque desconocido, se muestra gentil con la rubia que, demasiado acostumbrada a ser bien tratada por conveniencia, aprecia pequeños gestos como ése. No siempre uno se cruzaba con alguien que tomara de tan buena forma haberse chocado contra él. Las palabras de su acompañante logran tranquilizarla un poco y convencerla, de una vez por todas, de que se encuentra bien. Al menos no lo había dejado tonto con un golpe, que eso sí sería un gran problema. "Hey, mamá, ¿recuerdas eso que dijiste de no ir al Londres muggle?, pues fui y lastimé a un hombre en el camino". No, no sería le mejor forma de decírselo a su mamá. En realidad, no había ninguna forma de decírle aquello. Así que estaba tranquila de que no estuviese herido, y más de que no tuviese que contarle a alguien sobre su escapadita entre muggles.

Allí nadie le conocía, y no tenía por qué fingir ser amable con alguien sólo porque era amigo de los Black, o tener que soportar a otro más hablando sobre Lucius Malfoy como si fuesen ellos los que estaban por casárse con él. Le venía bien un respiro como ese. Una conversación con un extraño amigable parecía ser una buena forma de destensionarse y abordar temas más livianos, como el clima o cualquier otro asunto trivial. Hablar por hablar, aunque fuese. Hablar sin tener las miradas de todos puestas sobre ella mientras lo hace. Estaba segura de no haber visto a aquél hombre en ningún lado, así que eso descartaba de entrada que pudiese tener alguna clase de vínculo con la magía y por ende, con su familia.

Sonríe en cuanto él acepta y casi inmediatamente, asiente. - Es más que perfecto - agrega con un timbre de emoción en su voz. A pesar de las circunstancias, Narcissa siempre disfrutaba de hacer nuevas amistades y qué más que con un muggle en medio de Londres. - Lo sigo - dice haciendo un gesto con su mano como indicándole que irá justo detrás de él.

- Qué maleducada soy, mi nombre es Narcissa - se presenta mientras ambos caminan por las calles londinenses.

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