Surgissent les fantômes de notre lit | Dorian Gray

Detestaba Londres, en verdad que si. Odiaba su clima tan frívolo y húmedo, allí era donde salía su alma neoyorkina a flote. Su cabello se encrespaba y le faltaba la respiración con el aire tan denso, en definitiva tenía que sacar tiempo para ir al gimnasio cuando volviera a New York.

Necesitaba un café con mucha canela y leche, no porque se había vuelto adicta sido que lo necesitaba y ya. Ya había hecho su trabajo con la Industries Stark ahora solo le quedaba disfrutar de su estadía en Londres hasta el otro día. Amaba viajar, ese era un vicio que había alimentado con el transcurso del pasar el tiempo desde que trabajaba para Anthony Stark, uno de sus lugares favoritos eran los tropicales y Rusia amaba Rusia pero Londres estaba muy bajo en su lista de lugares para visitar, tal vez en vacaciones lo visitara más frecuentemente; cuando tuviera vacaciones claro está.

C'est le malaise du moment,
l'épidémie qui s'étend,
la fête est finie, on descend,
les pensées qui glacent la raison.
Paupières baissées, visages gris,
surgissent les fantômes de notre lit;
on ouvre le loquet de la grille
du taudis qu'on appelle maison.

Entró en un café que estaba en la zona comercial de Londres, el olor del café recién hecho como de pastas recién horneadas le rodearon como un remolino de dulce delicioso. Su vidriera atrapaba a los transeúntes como una flor deliciosa en el esplendor del florecimiento primaveral. Allí todos pueden ser victimas a dejar las narices contra el vidrio que los separaba de estas maravillosas tortas, pastas y el olor delicioso del dulce. En el interior hay un buen ambiente con gustillo a café dulce pero a veces la espera se hace demasiado larga: tener paciencia, rezaba un cartel sobre el mostrador. La canción que llenaba la estancia era acogedora a su parecer y mucho más tranquila la sensación que le aportaba que al haber estado en la calle de pleno Londres. Se sentó en una mesa apartada hacia en ventanal que iba de techo a piso para ver a las personas pasar, era una afición que tenía con su padre cuando estaba pequeña; adivinar los pensamientos de las personas o sus problemas era lo que hacían ambos mientras se tomaban un café o un helado, le invadió la nostalgia de momento.

Una chica mona de cabello rojizo se le acercó, levantó la vista con una sonrisa mientras le preguntaba su pedido en un perfecto tono inglés. Pepper le sonrió con suavidad.

- Un café con canela y crema. – murmuró su pedido sobre la música ambiental del lugar – Y pastas de chocolate, si es tan amable – sonrió de nueva cuenta.

Cerró los ojos dejándose llevar por la música y el ambiente agradable hasta que llegó su café con sus pastas, los observó con detenimiento hasta dar un pequeño sorbo al café con cuidado para no quemarse y mordió una pasta con suavidad; añoraba el buen café con canela y una pasta recién hecha.

Londres en cualquier época era una Ciudad con mucho que ver y estaba renovándose constantemente para atraer turistas y, por qué no también para re encantar a sus habitantes. Mientras caminaba con ese aire indolente tan típico de él y que,con el paso de los años era ya parte de si mismo, pensaba en los cambios que había experimentado. No sólo era la forma de ser o de pensar sino la nueva infinidad de perversiones y adicciones que existían en la actualidad como una larga lista que no tenía fin. La brisa jugueteaba con las ropas de los transeúntes y se metía bajo éstas causándole un cosquilleo de placer. Deteniéndose frente a una vidriera para recomponer su suéter negro Dorian se fijó en una rubia que bebía a solas, era un crimen que una mujer tan bella estuviese en esa posición, a través de las gafas de sol la observó a su antojo y apartándose con un ademán el cabello del rostro, entró en la cafetería.

El lugar era bueno, en ocasiones acudía allí a comprar un pastelillo o a beber café negro. El sitio tenía una ubicación estratégica enclavado en un lugar comercial de Londres y no tan accesible para todo el mundo. Acercándose al mesón le dedicó una sonrisa evanescente a la joven que atendía y pidió un café negro,de momento. Aguardó tamborileando con los dedos y sabiendo con certeza que su presencia ahí era comentario obligado,especialmente cuando una de las muchachas estaba loca por él llegando a seguirlo un par de veces. Él la ignoraba de adrede sabiendo que ella se entregaría con un simple movimiento de cejas y eso no tenía ningún desafío.

Cuando su café estuvo listo se acercó directamente a la mujer que había visto a través del escaparate y con una sonrisa se situó enfrente de ella,tras mirarla a los ojos unos segundos murmuró con un impecable acento:

-¿Puedo acompañarte? Detesto beber sin compañía, si aceptas te prometo un tour por la Ciudad - sin esperar respuesta acentuó su sonrisa y sentándose le tendió la mano -Soy Dorian y me atrevería a decir que no eres de por acá.

Notó un murmullo y tras mirar de reojo observó a su acosadora que parecía hervir de rabia, era una pelirroja que les observaba sin disimulos mientras sus compañeras intentaban calmarla. Él volvió su atención a la joven con la cual hablaba sintiendo un secreto regocijo al provocar pasiones intensas,tal vez después de todo esa pelirroja pusiera ser un paso mas allá en algo que aún no experimentaba: el suicidio por su causa.

Pensar en que a la mañana siguiente tendría que retornar a New York le producía una pereza interna muy poco común en ella. Odiaba el protocolo de estar horas antes en un aeropuerto pero también era el tipo de personas que seguía las normas a pie de letra. Estaba completamente absorta del mundo, o mejor dicho estaba sumergida en sus pensamientos que no se dio por enterada que tenía compañía hasta que lo vio sentarse en su mesa.

Le dio un sorbo a su café antes de alzar una ceja, estrechando la mano de su acompañante lo miró inquisitivamente.

- Un gusto, soy Virginia – ladeo la cabeza – Virginia Potts.

Estaba segura que después de haberle dado su nombre, Dorian confirmaría que efectivamente solo era una visitante. No era nacida en Londres ni nada por el estilo. Observó a su alrededor, por alguna extraña razón todos miraban al castaño de formas varias como interés, odio, celos. Extraño para un chico que tendría su misma edad. Alzó una ceja, costumbre cuando estaba a punto de hacer una pregunta pero declinó su impulso a la primera.

- Aceptaría su propuesta señor Dorian pero no dispongo del tiempo para recorrer las hermosas calles de Londres, más sin embargo, agradezco su buena oferta. Lastima que tenga que declinarla.

Le dio otro sorbo a su delicioso café con crema y canela deleitándose unos segundos con su exquisito aroma. Con un dedo de forma sutil, giró el sencillo y pequeño bol donde estaban las galletas que había pedido, lo movió un poco hacía Dorian.

- Si gusta – sonrió como acto-reflejo. Ella tomó una mordiéndola con suavidad, adoraba el dulce – Y dígame señor Dorian ¿A que se dedica? Si puedo tener el atrevimiento y privilegio de preguntar porque si me permite decirlo, usted es muy popular por acá al parecer.