Casualty + Sakura -private-

No hace mucho que había salido de Konoha con el fin de volverse más fuerte, ¿cómo? entrenando, adquiriendo nuevas destrezas sin igual. Y, aunque en diversas ocasiones viajó a lugares remotos en Japón, ésta vez su elección —o más bien alternativa— fue mucho más lejos. Nueva York, lugar donde un ninja como él probablemente no se rodearía de los suyos y tampoco encontraría demasiados recursos de entrenamiento; no obstante, debía intentarlo. Viajaba solo, de no ser por la ayuda de Oba-chan no habría llegado hasta allí. ¡Y vaya que la abuela había ayudado bastante! Aunque a Naruto no le gustaba demasiado depender de la ayuda de otros, aún así aceptó después de rechistar un par muchas veces. ¿Y ahora? Se había instalado en un pequeño departamento de la ciudad, comía lo que podía y la mayor parte del tiempo se encontraba extrañando su preciado Ramen. Para ser honestos, las copias que en NY vendían no se asemejaban en lo absoluto a uno original.

Se encontraba en demasía aburrido, intentando matar en tiempo en busca del lugar donde hallaría a su próximo tutor. Seguía con la idea de encontrar a Sasuke y no desistiría, creía que aún podía hacerlo volver. El centro comercial fue lo más preciado que encontró cuando, transitando por las calles, su estómago hizo un extraño sonido que clamaba a gritos comida. ¡Comida! Pero ya no contaba con demasiado dinero; lo más probable es que necesitase buscar algún trabajo que le proporcionara éste. Sin embargo, al llegar al lugar, donde cientos de locales se afilaban dentro, pudo divisar uno en especial que llamó su atención.

— ¿Cine? —se preguntó a sí mismo al ver el gran cartel que anunciaba las películas a proyectarse.— Mmm... a ésto se refería Ero-sennin entonces —dijo al encontrarse con un enorme cartel de Angelina Jolie casi desnuda. Sacó su monedero de rana y miró las monedas que llevaba consigo. Cambiar yenes a dolaras fue toda una odisea. Su rostro iluminado automáticamente se tornó a uno de decepción al ver que no llevaba demasiado. Aún así se arriesgó, acercándose hacia la taquilla para pedir un boleto— Hola abuela —le dijo a la señora que atendía— deme un boleto para entrar a ver ¡esa! película —y señaló el cartel de Jolie, azotando después sus centavos sobre la barra. La señora tenía una mirada muy parecida a la de Kakashi, totalmente aburrida.

— No te alcanza, niño.
— ¿Eh? ¿Qué!? —gritó escandaloso.
— Dije que no te alcanza, niño.
— La escuché, pero se supone que sí debe... —se puso a contar las monedas una a una, intentado hacer la cuenta. ¡Vamos! no era tan difícil.— ¿Lo ve? —se las estiró nuevamente— son 20 —hizo la seña de dos.
— Sí, sí. El boleto cuesta 40, por ser clasificación C.
— ¿Clasifi-... —se cortó, habiendo tenido una idea. Sonrió malicioso y entonces se acercó más a la taquilla para susurrar— si me da un descuento puedo regalarle una cinta como ésta, heh... —señaló la que llevaba en la frente. Y, la mujer con la misma cara de aburrida, tomó el micrófono lentamente. Naruto esperó expectante.
— Seguridad... tenemos un problema en la taquilla del cine.
— Hey, espere. ¿Seguridad? ¡No hice nada!

De inmediato los oficiales llegaron para botarlo del lugar, llevándolo a unos cuantos metros lejos de la taquilla. Con gritos y expresiones de rabia, Naruto se retorcía hasta que lo dejaron lo más alejado posible de la señora aburrida.

El enojo que emanaba de su cuerpo crecía cada vez que veía a los demás entrar a la sala. Ya había ido varias veces al pequeño cine que en Konoha tenían instalado, pero ciertamente la calidad de las películas que había en Nueva York era insana y completamente distinta, por no decir monumentalmente distinta. Resopló, acomodándose la cinta que llevaba en la frente con total orgullo; no obstante, tuvo que quitársela porque realmente no encajaba con el ambiente que lo rodeaba, además de que pretendía usarla en sus entrenamientos. El viejo que supuestamente le daría clases le esperaría unas horas después para comenzar. Era extraño, siempre tuvo que viajar a montes, valles, lugares 100% recónditos; ahora tenía que viajar hasta una ciudad completamente desconocida y que parecía querer devorarlo en cualquier momento.

— Idiotas... —murmuró a los policías, refunfuñante. Entonces así se dispuso a tomar sus cosas y dar la media vuelta, buscando algún platillo que le costase sus veinte dolares. No obstante, cuando dio la media vuelta para avanzar, se topó de frente con nada más y nada menos que... Su expresión era poesía, casi se derrite de la impresión al haberse encontrado con su mejor amiga. ¡Cierto! Había sido un idiota al olvidar que Sakura también estaba en Nueva York; aunque para ser honestos, más que olvidar, jamás pensó que dentro de una ciudad tan grande fuese a encontrársela casualmente. Y es que en su viaje había decidido ir a buscarla tarde o temprano para hacerle una visita; hace mucho tiempo que no la veía.— ¡Sakura chan! —por fin pudo articular palabra, y aunque a comparación de antes ya no era tan infantil, seguía siendo igual de efusivo. Eso jamás cambiaría, ni la determinación que le caracterizaba.

Se acercó inmediatamente hacia ella, acortando la distancia que los separaba. Al estar a escasos centímetros de ella, se llevó la mano a la nuca y se rascó en un ademán característico, sonriendo de par en par— Creo que en realidad no busco problemas, ellos me encuentran a mí. —se confesó, sin apenarse por ello. Era un cuento de toda la vida— La vieja no quiso dejarme entrar porque me faltaron veinte dolares. —se quejó, mirándola posteriormente.— Deberían encerrarla por maltrato a los derechos ajenos. —no tenía idea de lo que hablaba, hablaba por hablar. Cuando se dio cuenta de la situación en realidad, bajó su brazo y de pronto el ánimo se puso un stand by automático y se coloró levemente. Después de todo seguía siendo la chica de la que estaba enamorado desde hace ya 9 años.— ¿Cómo has estado? Jamás pensé que te encontraría aquí.