Some Way Through This [Edward]

Los días se habían fusionado en uno solo eterno desde mi transformación, y eso parecía haber sido ayer, de hecho, se ni hubiera sido por el rápido y constante crecimiento de Renesmee, creo que no me hubiera dado cuenta del tiempo que había transcurrido desde que dije "Tanto como vivamos"…Desde entonces todo había ocurrido a una velocidad impresionante. Recordarlo muchas veces me dejaba sin habla. Me estremecía el solo ver una y otra vez las escenas vividas en mi humanidad, intentando ver con claridad las imágenes que mi mente había intentado mantener intactas pero que eran muy débiles de definición a causa de los pobres ojos de humano.
Era curioso que tengamos nuestra propia casa alejada del resto de la familia y aún así pasáramos a mayor parte del tiempo en la mansión Cullen.
Aunque tuviera mucho sentido que en realidad sucediera porque queríamos que Renesmee crezca al rededor de sus familiares y nosotros, Edward y yo, nos acostumbráramos a esta vida, que para este entonces ya se habría convertido en normal. Sin embargo, al parecer sería un punto para seguir llamando la atención en un lugar como Forks, pero por el momento, todo seguía ajustándose al concepto de normal.
Esa tarde Edward no estaba, o no le había encontrado dónde pensé que estaría.
Talvez había salido a comprar o a cazar en un último momento, solo algo pequeño como aperitivo.
Se sentía raro estar sola durante algunas horas luego de acostumbrarse a las multitudes, aunque sonara paradójico.
Luego de tanto tiempo de odiar los lugares con mucha gente, ahora dónde más cómoda me sentía era junto a mi familia, los Cullen, que aunque no fueran cualquier multitud, constaba con el número suficiente de integrantes para llamarles un poco más que solo unos familiares.
No quise apostar más esperanzas estúpidas e impacientes cuando tenía toda la vida, en sentido literal, para esperar el regreso de los demás, el de Edward.
Sin pensarlo demasiado, me dirigí casi en modo automático hacia la antigua habitación de Edward.
Tras subir con agilidad las escaleras, abrí la habitación, y por un momento contemplé el perfecto blanco de casi todo los adornos del cuarto. Me mordí el labio inferior como reflejo mientras me sumía en mis pensamientos, recordándo antiguos momentos en los que había estado con Edward en ese mismo lugar. Me acerqué al equipo de música y le puse play, dispuesta a escuchar cualquier CD que hubiera quedado puesto cuando fue utilizado por última vez.
La música comenzó a sonar, y me quedé varios segundos quieta, completamente estática, tanto como solo un vampiro y las estatuas pueden lograrlo, escuchando la música con algo de melancolía, y es que no estar con Edward así sea por cinco minutos me eran motivos suficientes para extrañarle, definitivamente me había vuelto muy ansiosa como él también habría admitido alguna vez serlo desde que me conoció. Un sonido desde afuera de la casa Cullen llamó la atención de mis sentidos por sobre la música, la cual, termino de forma paradójica mente al unísono del sonido del Volvo de Edward estacionándose en la puerta.
Él había llegado, me estremecí.

Las nubes grises cubrían impasibles el pequeño territorio que ocupaba Forks en el mapa de un país tan extenso y diverso como los Estados Unidos; la pseudo humanidad que habitaba el diminuto condado parecía estar empeñada en no arruinar su cotidianidad y en todos los lugares aparentemente se repetía el mismo círculo de actividades que por muchos años ya había observado y leído con detalle. Incluso las mentes parecían estar sincronizadas para pensar al unísono lo mismo al verme pasar, las impresiones no habían cambiado después de tanto tiempo, e igualmente, luego de muchas primaveras vividas en ese lugar, me era imposible solo sonreír al escuchar el mismo tono un tanto atontado que se repetía en la cabeza de los pueblerinos...

El impetuoso motor de mi volvo resonaba ininterrumpidamente por las calles del pueblo. El asfalto húmedo hacía deslizar los neumáticos con una delicadeza solo comparable con el suave rozar de unos perfectos labios sobre mi piel endurecida. La imagen de Bella se colaba a intervalos aleatorios entre la pequeña carretera que se extendía en frente mío, y los pensamientos extraviados de algunas personas que giraban su cabeza al escuchar ronronear al volvo.

Mi pie se clavó instintivamente en el acelerador y el cambio de velocidad hizo que las llantas se resbalaran lo suficiente como para que la dirección girara casi de manera automática haciendo que por dos milésimas de segundo perdiera en control del automóvil; sin embargo, y a pesar del pequeño contratiempo, mi rostro seguía sin mostrar más reflejo que el de un hombre que ansía encontrar a su esposa esperándolo en casa, ignorando el hecho de que habríamos de tener toda la eternidad para estar juntos, era imposible negar la maravillosa sensación de su imagen recorriendo mi ahora dorada pupila.

El camino se hizo corto, como era de esperarse. El volvo terminó por casi despegar del suelo y logró que las pequeñas gotas de lluvia que parecían engalanar el asfalto salieran disparadas huyendo del estridente sonido del motor al aumentar la velocidad. El sendero que llevaba a la mansión donde aún hoy, luego de nuestra boda, Bella y yo pasábamos la mayoría del tiempo; me recibió tan tranquilo como siempre, y fue en ese preciso instante cuando el aroma inconfundible que emanaba Bella se escabulló entre mis fosas nasales hasta que pude imaginar cada poro de su piel rosando la mía.

El volvo se detuvo al fin. El inmenso inmueble, blanco como las nubes de verano y con cristales como paredes, se alzaba frente a mí. Estacioné el auto con la calma y la precisión que solo podría tener alguien con más de un siglo de experiencia al volante y guardé las llaves en mi bolsillo en tanto caminaba con impecable agilidad hasta la puerta de mi hogar. Segundos antes la música que parecía resonar en una lejana habitación se había detenido, aun estando en la sala podía sentir la respiración de Bella, calmada y controlada, justo como debía ser. Su corazón ya no se aceleraba, sus mejillas ya no se sonrojaban.

Con pasos presurosos subí las escaleras, luego, caminé despacio hasta llegar a la puerta de la que años atrás habría sido mi habitación. Bella estaba de pie junto al equipo de sonido. Mis ojos se clavaron en los de ella. -Bella Cullen-, dije en tono casi inaudible y haciendo hincapié en el apellido "Cullen" mientras dejaba caer mi cuerpo contra el marco de la puerta y sonreía ampliamente

No quise ir hasta el vestíbulo para saludarle, no quería acosarle, y sabía que si en sus deseos se encontraba el de verme me encontraría con facilidad, justo allí, sentada en su espera.
Me mordí el labio inferior con algo mas de fuerza aunque no me podría lastimar y si lo hacia sanaría de inmediato, me sentía demasiado ansiosa al escuchar los pasos de Edward por el piso de abajo. No podía resistirlo, quería abrazarle con tanto fervor que me quemaba la desesperación, pero debía ser paciente.
De repente, los pasos acompasados y calmos no se escucharon más, y mi mente colapso en el intento de agudizar mis sentidos para saber donde estaba. Cosa que fue en vano, porque en menos de lo que pude reaccionar, a pesar de mi estado de inmortal, Edward se encontraba en la puerta, fijando sus orbes pigmentados de ese liquido dorado que lo hacia ver demasiado perfecto.
Sus hermosas fracciones dibujaron una sonrisa divertida tras el énfasis en mi apellido, su apellido, nuestro. -Edward Cullen.- Repetí ahora con su nombre pero con el mismo tono y de forma casi inevitable sonreí tal cual él lo hacía porque no podía hacer otra cosa al tenerlo frente a mí.
-Llegaste.- Remarqué lo obvio y por más soso que fuera mis palabras se arrastraron en un tono de voz similar a un murmullo inconsciente pronunciado mientras caminaba hacia él los escasos centímetros que nos separaban. Al estar lo suficientemente cerca, mis brazos inmediatamente rodearon su cuello, pegándome a su escultural cuerpo con necesidad. Ahora que su cuerpo era tan cálido junto al mío se había vuelto más adictiva la sensación que provocaba en mí.